lunes, 5 de octubre de 2015

Complejos de Edipo y de Electra: 1ª parte


Complejos de
Edipo y de Electra
Enamorados de papa y mamá
Afecta al cien por cien de los niños cuando se incuba en forma de conflicto en los primeros años de vida, aunque pasa desapercibido para muchos padres. Este trastorno, que se gesta entre los tres y los cinco años de edad, se denomina Complejo de Edipo cuando se trata de niños y, en el caso de niñas y recurriendo a Jung, Complejo de Electra.
   Durante la infancia, las fuertes emociones que se ponen en marcha hacia los padres condicionan las futuras
relaciones afectivas y sexuales del niño/a, e incluso sus criterios individuales de elección de pareja.
   El amor idealizador hacia uno de los progenitores (normalmente el del mismo sexo que el hijo o hija) y el
odio hacia el del sexo contrario condicionará -en tal fase del desarrollo psicosexual- las tendencias afectivas
del pequeño. Es durante esta etapa cuando se fijan prematuramente las preferencias sexuales, incluso en lo
relativo a la hetero u homosexualidad.


Cuando papá es papá y mamá es mamá
   Según el Psicoanálisis, tener unos padres psicológicamente estables facilita el desarrollo psicosexual del niño. Esto incluye que tanto el padre como la madre posean una congruencia entre su sexo físico y su identidad sexual. La presencia de un padre y de una madre correctamente desarrollados en lo psicosexual hace que el hijo escoja de manera inconsciente y natural al progenitor de su mismo sexo, para identificarse con él y continuar su desarrollo. Es entonces cuando aparece el Complejo de Edipo, en este caso, el niño se llega a identificar tanto con su padre que lo reemplaza para estar con su madre, pasando a ver al primero como un rival. Esta situación hace que el niño sufra un sentimiento ambivalente hacia su padre, tanto le ha amado que llega a fantasear con poder ser igual que él y convertir-se en el compañero de su progenitora, algo que, por supuesto, no funciona. Lo mismo puede decirse de la niña, se ‘enamora” de su madre hasta identificarse plenamente con ella y llegar a creer que puede ser como ella frente a su padre, por lo que empieza su cruzada imposible a través de la rivalidad. Si el niño o la niña siguen enganchados a tal deseo tras de haber cumplido cinco años, el conflicto de Edipo o de Electra se convierte en Complejo.

Cuando se enamoran…. del hijo o de la hija
   En la consolidación del Complejo es de gran importancia tener en cuenta la respuesta de padre o de la madre ante el deseo del hijo de formar pareja con ellos. Si reaccionan como si se tratara de una buena idea (con frecuencia y de manera inconsciente, los padres proyectan su ideal de pareja sobre los hijos), harán que se detenga el desarrollo evolutivo del pequeño, ya que facilitarán la aparición del trastorno, que a menudo provocará interminables fracasos sentimentales cuando el niño sea adulto, pues su maduración psicosexual se habrá visto afectada. Este hecho también se manifestará después en la búsqueda de una pareja igual que el amor infantil que no pudo mantenerse, lo que inevitablemente conduce a la frustración y el fracaso.

“Hasta que no encuentre….. a mi padre”
   Hay mujeres que manifiestan no tener novio por no haber encontrado un hombre como su padre. Esta afirmación delata un gigantesco Complejo de Electra, versión femenina del de Edipo. No es tan frecuente, en cambio, escuchar una frase similar en boca de hombres, quizás porque tradicionalmente no se les ha educado para que expresen sus sentimientos en voz alta. Normalmente, quienes lo dicen públicamente suelen ser hombres que, en lugar de identificarse en los primeros años de su vida con su padre, lo hicieron con su madre, por lo que creen que deben buscar una pareja parecida a la de su progenitora, es decir, como su padre, lo que a veces deriva en un error en la propia percepción sexual.

Edipo, un complejo mítico
   Dada la repercusión del Complejo de Edipo, conviene recordar el origen histórico de este concepto. Para su formulación, Freud se basó en un pasaje de la mitología griega en el que Edipo, todavía en el vientre de su madre Yocasta, acabaría con la vida de su padre para poder contraer matrimonio con ésta. En efecto, sólo la muerte de su padre podía transmitir al non- nato Edipo la creencia de poder estar junto al corazón de su madre, siendo el único objeto de su cuidado y de su amor.
   Algo parecido a esto se supone que ocurre con cada uno de nosotros en la relación filial con nuestros padres, donde las emociones dificultan un encuentro natural con ellos; emociones que muchas veces se encuentran disfrazadas bajo el ropaje de disputas o distanciamientos, a menudo inexplicables, como medio más soportable de dar salida a tan fuertes e inaceptables impulsos. El mero rechazo que podemos sentir hacia la idea del Complejo en cuestión nos indica ya la fuerte resistencia a tomar consciencia de este hecho.


Inferior pero a gusto
   En otras ocasiones, la relación de pareja se establece en función de los complejos existentes, al margen de la diferencia de edad. En estos casos, Edipo aparece en cualidades sobresalientes del padre o la madre amada, o de ambos, encubriendo la verdadera necesidad subyacente a una declaración amorosa y que, lejos de dirigirse realmente a la pareja, se hace a través de uno de los progenitores.
  
En estos casos, los comportamientos de la pareja que se alejen del progenitor amado e idealizado serón con frecuencia causa de disentimiento y, eventualmente, de definitiva ruptura conyugal. La excusa típica que se da en estos casos es una supuesta decepción, cuyo responsable es la persona amada, mientras que otras personas sienten incluso repulsión al mantener relaciones sexuales con alguien que, en el fondo de su corazón, no hace sino sustituir en lo posible a su padre o a su madre.
   En tal supuesto, la pérdida del deseo sexual antecede siempre a la separación final, pues resulta inadmisible que la pareja se revele como alguien distinto de nuestro progenitor amado, por lo que se opta por la disolución.


   Una elección edipica de nuestra pareja nos abona de antemano al conflicto y al fracaso, por más que dure esta situación, tan inconsciente como manipuladora. Por todo ello, conviene reflexionar acerca de los sentimientos actuales hacia nuestros padres: por ejemplo, un sentimiento de asco a ser tocados por uno de ellos revela, con toda probabilidad, una tendencia inadmisible y reprimida que condicionará nuestra búsqueda de pareja, acercándonos peligrosamente al fracaso.
   En cambio, una relación fluida y razonable con nuestros progenitores es una buena base a la hora de plantearnos la posibilidad de buscar una persona a la que entregarnos y con la que llenar esa intensa y maravillosa parcela de nuestra vida a la que llamamos amor.

 

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