sábado, 2 de abril de 2016

Educar frustrando a los niños: Con todo el cuidado, 3ª y última parte


Hijos caprichosos pero ¿y los padres?
    Para tener hijos caprichosos, nada más fácil que decirles que sí a todo. A menudo, padres  que sufrieron todo tipo de restricciones afectivas o materiales tratan equivocadamente de compensar sus propias frustraciones, concediéndoles todos los caprichos que les piden. Mal comienzo para esos niños. La infelicidad les espera. En el futuro, comprobarán que la cantidad de insatisfacciones que la vida adulta depara es muy  suprior a la que aprendieron a soportar, sintiéndose desgraciados,
   Además, tendrán probablemente dificultad a la hora de realizar esfuerzos tan simples como ir al trabajo u ocuparse de sus cosas, que esperarán las hagan otros a cambio de nada. Las metas no tendrán sentido alguno para ellos, dado que en el pasado obtuvieron valiosos objetos y experiencias sin esfuerzo alguno. Debemos, pues, ser capaces de decir “no” al deseo de nuestros hijos pensando en ellos. Sólo así conseguiremos que sean progresivamente responsables y autónomos, capaces de amar y de sentirse amados, y de valorar adecuadamente el fruto del esfuerzo propio y ajeno.


El acuerdo necesario
   No sólo es importante que seamos congruentes ante el niño, también tiene que haber congruencia entre lo que digamos y hagamos, para no crear confusión y una mala frustración en el pequeño.
   Si papá se empeña en que esté en la cama a las diez de la noche pero mamá decide permitirle quedarse una hora más jugando, al niño se le creará un conflicto innecesario, acabando por desconocer a quién debe hacer caso. La falta de acuerdo constante entre los padres acerca de lo que los niños deben o no hacer les perjudica, especialmente, cuando se les pide que actúen a partir de órdenes contrarias. Conviene, así, hablar las cosas antes de pedir al niño que haga o deje de hacer tal o cual cosa, no poniéndole en la injusta situación de obedecer a uno en contra del otro.
 
 
Cómo saber si eres un padre blando

* Permites a tu hijo elegir la actividad a realizar sin criterio externo alguno, el pequeño deja de ir al colegio cuando quiere, se niega a acompañarte a la compra o renuncia a hacer las tareas que le tocan, domésticas o escolares, sin oposición alguna por tu parte.
* Equiparas la opinión de tu hijo con la tuya propia, dejando que se imponga ésta última por sistema o mayoritariamente.
* Accedes a buena parte de los deseos de tus hijos, otorgándoles los caprichos sin concederles importancia ni relacionarlos con mérito contraído alguno.
* Intentas que los hijos de los demás giren en torno al tuyo, incluyendo que se dejen golpear por él impune e injustamente, lo que justificas rápidamente como “cosas necesarias y propias de los niños”
* Dejas que tu hijo invada tu terreno, incluido el dormitorio y el rato de lectura o descanso, siendo incapaz de pedirle un aplazamiento a un momento más oportuno.
* Te limitas a saber que tu hijo va al colegio, resultándote indiferente cualquier progreso o atasco, pues consideras que lo único importante es que el niño haga lo que quiera hacer.
* Ante tu cónyuge, los deseos de tu hijo son órdenes.
* Eres incapaz de animar a tu hijo a intentar hacer cosas nuevas o mejor hechas, de modo que te parece “suficiente’ y “correcto” todo lo que hace y cómo lo hace.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario