lunes, 1 de agosto de 2016

La Inmunidad: Fiel guardian de nuestra salud, 2ª parte


ALTERACION ES DEL SISTEMA INMUNITARIO
   El sistema inmune puede fallar por HIPERFUNCIÓN, dando lugar a enfermedades alérgicas y enfermedades denominadas autoinmunes como la Artritis Reumatoide, el Lupus Eritematoso, la Diabetes insulino-dependiente, la Esclerosis Múltiple...
   También el sistema inmunitario es el responsable del rechazo de los trasplantes de tejidos u órganos de un individuo a otro.
   Pero también puede fallar por HIPOFUNCÓN, dando lugar a las enfermedades por inmunodeficiencia, como en el caso de aumento de susceptibilidad a padecer infecciones de repetición, o el crecimiento de células malignas que pueden ocasionar la aparición de un cáncer.
   En este caso, la enfermedad tristemente más representativa, el SIDA o síndrome de inmunodeficiencia adquirida, además de ser una infección por un virus se caracteriza por una brutal inmunosupresión que hace que los enfermos padezcan infecciones sobreañadidas contra las que tienen bajas defensas, que es lo más importante a tener en cuenta, más que el propio virus del SIDA.
   Las inmunodeficiencias pueden ser primarias, cuando algún componente del sistema inmunitario ya falla desde el nacimiento, o secundarias, cuando se altera como resultado de una enfermedad o por causa farmacológica, como en el caso de uso continuado de ciertos antibióticos, corticoides, quimioterapia y radiación... o se debilita como consecuencia del envejecimiento normal de nuestras células, aunque también es probable que el envejecimiento celular se acelere por una debilitación del sistema inmunológico.


TRATAMIENTOS MÉDICOS FRENTE A LA INMUNIDAD
   La medicina actual intenta actuar frente a los mecanismos de defensa inmunitarios mediante la inmunoterapia y la introducción de sustancias inmunomoduladores.
   La inmunoterapia consiste en tratar las enfermedades infecciosas por medio de la producción de inmunidad, que puede ser activa o pasiva; la activa consiste en introducir en el organismo antígenos (bacterias o virus atenuados o muertos) para provocar o aumentar la formación de anticuerpos mediante vacunas específicas para cada tipo de infección, creando en el organismo un estado defensivo inmunitario capaz de superar la enfermedad (la vacuna se administra generalmente por vía subcutánea), y la pasiva se basa en administrar suero que contiene directamente los anticuerpos de un animal o un hombre que previamente ha padecido la enfermedad y ha generado su producción (el suero está dotado de efectos inmunizantes específicos contra una enfermedad infecciosa determinada, y no desencadena en el organismo ninguna reacción propia).
   Los inmunomoduladores son sustancias que alteran la respuesta inmunitaria del organismo, aumentando o disminuyendo la capacidad del sistema inmunitario, tanto desde el punto de vista de la producción de anticuerpos como de la acción de las otras células de defensa.
   En determinados casos convendrá frenar la reacción inmune, tal es el caso de las reacciones alérgicas y de las
enfermedades denominadas autoinmunes, cuando el propio organismo se agrede a sí mismo por no reconocer estructuras orgánicas propias. En este caso las sustancias inmunomoduladoras se denominan inmunosupresoras.


La medicina actual intenta actuar frente a los medicamentos de defensa inmunitarios, mediante la inmunoterapia y la introducción de sustancias inmunomoduladoras
   Entre los fármacos clásicos que cumplen esta acción tenemos los corticoides y los agentes citotóxicos, incluyendo los antimetabolitos, los agentes alquilantes y el suero antilinfocitario.
   Su mayor uso es el tratamiento preventivo del rechazo postrasplante, el tratamiento de enfermedades autoinmunes como el Lupus eritematoso, y en la quimioterapia para el tratamiento del cáncer.
   En estos casos el problema viene dado porque estas sustancias químicas no están exentas de efectos secundarios, y además no son lo suficientemente selectivas como para no dañar las células sanas.
   Por otra parte, dejamos al organismo con una baja reacción de reconocimiento y defensa que hace disminuir su capacidad defensiva propia. Esto ocurre sobre todo al dejar de administrar el fármaco en cuestión, que es cuando se producen los efectos rebote de la multiplicación celular maligna, en el caso de que hubiese quedado un reducto de células tumorales.


PLANTAS CON EFECTO INMUNOMODULADOR
   En la actualidad se están llevando a cabo estudios científicos que ratifican el efecto terapéutico de algunas de ellas:

ASTRAGALO (raíz)
  
Es una importante planta medicinal china. Contiene ciertos Polisacáridos, Betaína, Ácido Fólico y Quercetina, entre otras sustancias Recientes estudios demuestran un efecto estimulador de las células T y un aumento de las funciones del sistema inmunológico en pacientes con cáncer. Estimula la producción de interferón, además de tener una potente actividad antivírica. De modo desafortunado la investigación sobre esta planta que se estaba realizando en la Universidad de Texas, Houston, quedó paralizada por suspensión de la financiación a tal respecto que realizaba una importante compañía farmacéutica. Es importante remarcar que se está valorando como muy positivo el uso de esta planta junto con la quimioterapia, para disminuir el efecto tóxico hepático de ésta.
   En este sentido, también se ha comprobado el efecto hepatoprotector de otra planta denominada DESMODIUM, que actúa frente a hepatitis tóxica o infecciosa.
UNCARIA TOMENTOSA (corteza) (Uña de gato)
  
Planta de origen Amazónico, denominada popularmente Uña de Gato. Contiene numerosos principios activos, entre los que se incluyen alcaloides, triterpenos, polifenoles, fitosteroles. Durante los últimos años se han realizado importantes investigaciones en Europa, principalmente en Alemania. Sus principales acciones, que vienen desarrolladas en la monografía posterior, son su efecto inmunoestimulante e antiinflamatorio, y su actividad antiviral y antitumoral.

MANGO (hojas)
  
Planta también de origen chino. Contiene Mangoferina, de importante efecto antivírico, sobre todo contra el virus de herpes simple tipo 1.
CORAZONCILLO (Hipérico)
  
Contiene Hipericina. Actualmente se están llevando a cabo estudios de investigación con pruebas clínicas que avalen su efecto antivírico.

LIGUSTRUM (aligustre)
  
Retrasa el desarrollo de las bacterias y aumenta el nivel de glóbulos blancos.
SCHIZANDRA
  
Planta que actúa a nivel del sistema nervioso central, reforzando la capacidad mental. Además, refuerza el sistema inmunitario y acelera la curación de las células infectadas.

SHIITAKEE
  
Los japoneses utilizan desde hace mucho tiempo esta especie de champiñón por su efecto tónico-energético. Se han podido aislar ciertos polisacáridos que le confieren su actividad terapéutica, entre los que cabe destacar el Lentinano, con actividad inmunoestimulante y antitumoral.
   A nivel más concreto se ha demostrado que aumenta la síntesis y la actividad de los linfocitos T, los macrófagos, así como la producción de interferón. Se utiliza también como terapia coadyuvante del tratamiento de quimioterapia y radioterapia en los procesos cancerosos, para preservar el estado inmunitario.
   También se ha podido aislar otra sustancia, el AC2P, que tiene un efecto antivírico.
AJO (bulbo)
  
Mucho se ha hablado del Ajo en sus diferentes enfoques terapéuticos, sobre todo en patología cardiovascular, por su efecto antihipertensivo, antiagregante plaquetar y anticolesterol, pero no debemos descartar su actividad antiséptica, antibacteriana, antiparasitaria intestinal, antiinflamatoria e inmunoestimulante, puesta de manifiesto contra alergias, enfermedades de inmunodeficiencias, entre ellas el SIDA y ciertos tipos de cáncer. Numerosos estudios científicos realizados en Japón, avalan su eficacia. Hay que tener en cuenta que ciertos componentes azufrados no se encuentran preformados en la planta fresca, por lo que se hace necesario un proceso de preparación y espera que hace que aumente su efecto comparativamente con el ajo fresco.

La Equinácea ha sido llamada el antibiótico vegetal, sobre todo por sus propiedades inmunoestimulantes; además, tiene un efecto antivírico y antiinflamatorio.
EQUINÁCEA (raíz)
   Contiene Heteroglicanos, Equinacósidos, Ácidos orgánicos y aceites esenciales. Ha sido llamada el antibiótico vegetal, sobre todo por sus propiedades inmunoestimulantes; además, tiene un efecto antivírico y antiinflamatorio. Su efecto inmunológico se puede valorar por varias acciones a este nivel como es el aumento de los leucocitos, la tasa de properdina (indicador no específico del poder de resistencia del individuo), así como por la elevación del interferón, que como ya he dicho anteriormente es un producto celular natural que se forma en respuesta a los virus, siendo liberado por las células infectadas y actuando por bloqueo de la multiplicación del virus en la célula del organismo, ya que el virus para reproducirse necesita una célula huésped a la cual le inocula su material genético. La Equinácea tiene un efecto estimulante del sistema inmunitario tanto a nivel preventivo como tratamiento, principalmente en las enfermedades de origen respiratorio, pero también en otros aparatos o sistemas como el digestivo, el renal, en la piel... A nivel genital ha manifestado acción antifúngica frente a la vaginitis por Candida Albicans. Se ha utilizado para contrarrestar los efectos inmunosupresores de la radioterapia y la quimioterapia. En uso externo produce defensa infecciosa local, potenciada por su efecto cicatrizante.


MELISA (hojas)
   Contiene sustancias lipofílicas que estimulan la capacidad fagocitaría, es decir, la digestión de antígenos por parte del sistema denominado Retículo endotelial. Su composición en aldehídos y ácidos fenólicos le confieren una actividad antibiótica y antivírica.
CALÉNDULA (flores)
  
Contiene Heteroglicanos, que le confieren, al igual que a la Equinácea, un efecto inmunoestimulante. Son destacables también sus propiedades antiinflamatorias y antisépticas, así como su eficacia como emenagogo y antiespasmódico

 

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