domingo, 10 de julio de 2016

Homeopatía, 1ª parte


La ciencia y el arte de la homeopatía responden a lo que mucha gente prevé como una medicina del siglo XXI.
La homeopatía es una aproximación médica que respeta la sabiduría del cuerpo; aproximación que se sirve de medicamentos que estimulan los propios sistemas inmunitario y defensivo del cuerpo para iniciar el proceso de curación; que individualiza el tratamiento según la totalidad de los síntomas físicos, emocionales y mentales de la persona.
LA BELLADONA
UN EJEMPLO PARA COMPRENDER LA SIMILITUD HOMEOPÁTICA
   A dosis normales, la belladona es un veneno muy fuerte que provoca entre otros síntomas una sed intensa
acompañada de rojez en la piel, que se vuelve quemante. Los peligros de la belladona no tienen nada que ver con los del sol, sin embargo, los síntomas provocados son similares en ambos casos. En homeopatía no se trata de curar el mal con el mal, sino de dar al enfermo dosis infinitesimales de un tóxico que produce  experimentalmente reacciones cercanas a las que se observa ante una quemadura solar.
   Examinando la patogenesia del fármaco (los síntomas que esa sustancia a dosis ponderables provocaría en un paciente sano), Atropa belladona, planta herbácea de la familia de las solanáceas que contiene dos alcaloides principales: la hiosciamina y la atropina, se aprecia que toda la planta es venenosa, especialmente las raíces y las bayas.
   El nombre deriva de Atropo, personaje mitológico, la Parca que corta el hilo de la vida y de belladona, utilizada por las damas venecianas para dilatarse las pupilas y parecer más bellas.
   Según su patogenesia, la belladona produce en la persona que la experimenta muchos síntomas a todos los niveles. Cada cuadro clínico presenta un cierto número de síntomas que se califican con determinadas modalidades características del remedio.
Síntomas: aparición rápida de fiebre alta, delirio, sueños angustiosos, postración, congestión vascular, cefaleas de todo tipo, hemorragias, crisis epilépticas. El pulso es fuerte y rápido, las mucosas están
secas, la lengua de color rojo brillante, las papilas rojo frambuesa.


LOS SÍNTOMAS COMO DEFENSA
   Con excesiva frecuencia, tanto médicos como pacientes asumen que los síntomas que presenta una persona son la propia enfermedad, y que el simple tratamiento de esos síntomas es la mejor forma de curar al enfermo.
   El término síntoma tiene raíz griega, y se refiere a un “fenómeno que se presenta junto con otro”. Los síntomas son, por lo tanto, una señal o aviso de otro fenómeno, y el mero hecho de tratarlos no variará necesariamente ese “otro fenómeno”.
   Walter B. Cannon, doctor en medicina, describe los impresionantes y sofisticados esfuerzos que el cuerpo realiza para defenderse y curarse. El doctor Hans
Selye, considerado como el padre de la teoría del estrés, ha reconocido que los síntomas son en realidad esfuerzos que el organismo efectúa para controlar el estrés o una infección. En lugar de ver los síntomas simplemente como indicios de una disfunción corporal, estos médicos entienden los síntomas como defensas del cuerpo que tratan de protegerlo y curarlo (1)
   Estudios recientes han demostrado que la fiebre, que suele acompañar las infecciones bacterianas o víricas, representa un esfuerzo del organismo por curarse. El fisiólogo Matthew Kluger y sus colaboradores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan han explicado cómo el cuerpo se prepara para resistir a una infección generando la fiebre, capaz de producir interferón (una sustancia antivírica), la fiebre aumenta también la movilidad y la actividad de los glóbulos blancos, factores instrumentales en la lucha contra la infección. (2)
   Como quiera que los síntomas
son defensas del cuerpo, resulta lógico estimularlos en lugar de suprimirlos. El organismo necesita a menudo un catalizador que estimule sus defensas.

DE HIPÓCATRES A HAHNEMANN
  En los orígenes, Hipócrates, el griego de Cos y padre de la medicina, escribió en el siglo IV a de C.: “A través de un semejante se produce la enfermedad, y mediante la aplicación del semejante la enfermedad se cura”. (3). El Oráculo de Delfos proclamó el valor de la ley de la semejanza diciendo: “Lo que enferma, cura”.
   Hipócrates y su escuela subrayaban además las interdependencias entre el hombre y el mundo circundante, el organismo humano es un “todo” indivisible salido del cosmos, microcosmos independiente del macrocosmos, una concepción plenamente pitagórica, así como el papel saludable de la naturaleza: natura rnedicatrix, que tiende a hacer evolucionar espontáneamente al enfermo hacia la curación.
   Todos estos grandes principios Hipocráticos se encuentran casi íntegramente transcritos en la doctrina hahnemanniana.


El símil antes y después de Hahnemann
   Paracelso (1493-1 541), médico y filósofo suizo, empleó extensamente la lev de la semejanza en su actividad profesional, y se refirió a ella en sus escritos. Su formulación de la “doctrina de las signaturas” habla por sí sola del valor de la utilización de semejantes en la curación. Afirmó: “Posees la misma anatomía de las plantas y la misma anatomía de la enfermedad en un sólo orden. Este símil te da una idea del modo como sanarás” (4)
   A finales del siglo XVIII y
principios del XIX aparece la figura de Hahnemann, realizando experimentos homeopáticos propiamente dichos, hasta que en 1810 edita el Organon del arte de curar.
  
El Dr. Samuel Christian Friedrich Hahnemann nació en Meissen, Sajonia, en 1755. Debido a su escasa convicción en la medicina de la época, se dedicó a la traducción de obras extranjeras, y fue así como en 1790, traduciendo a William Cullen, atrajo su atención un artículo sobre la quinina.
   Reacio a sus afirmaciones (“la quinina actúa por intermedio de la virtud fortalecedora que ejerce sobre
el estómago”), decidió rehacer el experimento, para ello, tomó durante varios días dosis de 15 gramos de corteza de quino, dos veces al día. Comprobó que los síntomas descritos durante la intoxicación con quinina eran parecidos a los que presentaban las enfermedades tratadas habitualmente con esta planta. Hahnemann estaba ya sobre la vía terapéutica de los semejantes, pero antes de escribir sobre el tema experimentó sobre él mismo y sobre voluntarios dosis pequeñas de las principales sustancias medicinales usadas entonces, como Acónito, Belladona, Nuez Vómica, Pulsatilla, Digital, Arsénico, Mercurio.
En 1 796
publicó un primer ensayo de sus investigaciones: “Ensayo sobre un nuevo método experimental para descubrir las virtudes de las sustancias medicinales, así como algunas apreciaciones sobre los principios admitidos hasta nuestros días”.
   Así, utilizando estas sustancias como agentes terapéuticos en los enfermos que presentaban síntomas similares a los inducidos por la sustancia experimentada, constata que su ya formulada ley de las similitudes es auténtica, a condición de emplear cantidades muy pequeñas, incluso infinitesimales, y así:
+ La Ipecacuana provoca a dosis ponderables náuseas y vómitos en el individuo sano, y en pequeñas dosis cura las nauseas del individuo
dispéptico.
+ El veneno de la abeja (Apis) provoca edemas rojizos de aparición súbita, picor y escozor, que se alivian con la aplicación local de frío, este mismo veneno, a dosis infinitesimales, cura las erupciones y escozores que también se alivian con frío, pero que tienen otro origen: quemaduras solares, urticarias alimentarias, tóxicas...
   En la Introducción a su obra El Organon del arte de curar, después de una breve crítica a la medicina dominante Hahnemann se expresa en estos términos: “El modo de curar realmente consiste en respetar el principio Similia similibus curantur (se curen los símiles con los símiles)”.
Hahnemann acuñó por primera vez el termino homeopatía (homois, en griego significa semejante y pathos sufrimiento).
   Tras 10 años de investigación, Hahnemann formuló su hipótesis en tres proposiciones:
1- Toda sustancia farmacológicamente activa provoca en el individuo sano y sensible un conjunto de síntomas característicos de la sustancia empleada.
2- El individuo enfermo presenta un conjunto de síntomas característicos de su enfermedad, que pueden definirse como los cambios en la forma de sentir o actuar del enfermo.
3- La curación, objetivada por la desaparición de síntomas mórbidos, puede obtenerse por la administración de dosis pequeñas o infinitesimales de la sustancia, diluida y dinamizada, cuyos síntomas experimentales en el sujeto sano coinciden con los del enfermo.

 

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