sábado, 23 de julio de 2016

La Impotencia; Causas y tratamiento natural, 1ª parte


Quiero hacer llegar una información completa del tan nombrado fenómeno de la “Impotencia”, desterrando ideas erróneas y aclarando conceptos tanto al profesional de la salud como al público en general
Principales disfunciones masculinas según la etapa de la respuesta sexual

CICLO DE RESPUESTA SEXUAL

DESEO                 EXCITACIÓN               ORGASMO                  RESOLUCIÓN

DISFUNCIONES MASCULINAS

  Deseo sexual hipoactivo              Trastorno de la                Eyaculación precoz                    Dispaurenia
       Aversión al sexo                          erección                        Orgasmo sexual
                                                                                                       Inhibido
   Según el D.S.M. IV (Manual de Diagnóstico Clínico), la impotencia es “una incapacidad persistente o recurrente para obtener o mantener una erección adecuada hasta el final de la actividad sexual”, asimismo, tampoco se puede gozar del acto sexual.
   Este trastorno cursa con importantes repercusiones, tanto a nivel personal (falta de autoestima, ansiedad, fracaso sexual...) como de pareja, y afecta a gran cantidad de hombres en edad sexual activa (se da aproximadamente en el 30% de los hombres de edades comprendidas entre los 40 y 70 años y con más frecuencia a los hombres mayores de
65 años). No obstante, la impotencia masculina puede presentarse a cualquier edad, en su incidencia no interfieren ni factores raciales ni de carácter socioeconómico. Se calcula que aproximadamente la mitad de la población masculina presenta alguna vez episodios de impotencia.
   A pesar de la relevancia de todas estas consecuencias, son pocos los hombres afectados que buscan un tratamiento profesional (menos de un 1%) ya que tienden a relacionar este suceso con el envejecimiento normal, con “asuntos relacionados con el sexo” (y por ello son tabú) o con la pérdida de su capacidad o valoración masculina.


Aproximadamente la mitad de la población masculina presenta alguna vez episodios de Impotencia
La impotencia y el ciclo de respuesta sexual
   Los cambios que se producen en el hombre a lo largo de las cuatro fases del ciclo de la respuesta sexual, se caracterizan por:
1 Fantasías sobre la actividad sexual en la fase del deseo.
2 Sensación subjetiva de placer sexual y cambios fisiológicos de rigidez peniana y erección (fase de excitación).
3 Eyaculación con emisión de semen (fase del orgasmo).
4 Sensación de relajación muscular y bienestar general. Hay una incapacidad fisiológica temporal (variable según la persona) para la erección y el orgasmo (etapa de resolución).
   Aunque en cada una de las fases que acabo de describir pueden aparecer trastornos, la impotencia masculina o trastorno de la erección es un tipo de disfunción sexual que se da precisamente en la segunda fase del ciclo de la respuesta sexual.
   Otras disfunciones sexuales generadas en las distintas etapas de la respuesta sexual, pueden acabarse asociando a la impotencia, como consecuencia del malestar que provoca ésta, es el caso del deseo sexual hipoactivo (ausencia o deficiencia de fantasías sexuales y deseos de actividad sexual).
   En un principio, el hombre impotente no tiene por que tener problemas en la fase de deseo, lo que sucede es que no puede reaccionar con una erección a causa de la ansiedad. Incluso se dan casos en los que se puede llegar a eyacular con el pene flácido, puesto que los mecanismos de erección y los del orgasmo son distintos.
   La disfunción eréctil masculina puede verse a su vez asociada con la eyaculación precoz, el miedo anticipatorio a la falta de control eyaculatorio y/o los intentos de no pensar en el acto sexual para no eyacular antes de tiempo, pueden producir dificultades en la erección (ver recuadro).


Estímulos que desencadenan la respuesta sexual
   Para poder realizar el acto sexual se precisa una erección correcta del pene tras una serie de estímulos propiciatorios. La fuente más importante de impulsos para iniciar el acto sexual masculino es el glande del pene, que contiene un sistema sensitivo de receptores muy organizado, así como un sistema de transmisores hacia el sistema nervioso central de una modalidad muy especial de sensación que se denomina sensación sexual.
   La acción de masaje sobre el glande en el curso del coito estimula los órganos terminales sensitivos, y las sensaciones sexuales son transmitidas a través de neuronas hacia la porción sacra de la médula espinal.      

Finalmente, éstas suben por la médula a zonas indefinidas del cerebro.
   A la médula espinal también pueden llegar impulsos procedentes de zonas vecinas del pene para ayudar a estimular el acto sexual. Por ejemplo, las áreas vecinas del ano, escroto, etc., al ser estimuladas por roces o presiones, mandan impulsos a la médula, que se suman a la excitación sexual. Las sensaciones sexuales pueden incluso originarse en estructuras internas como zonas irritadas de la uretra, vejiga, próstata, vesículas seminales, testículos y conductos del órgano genital. La infección e inflamación de estos a veces puede causar un deseo sexual casi continuo. El acto sexual se lleva a cabo gracias a la integración de todos los estímulos excitantes sexuales que han llegado a la médula espinal.
   Por otra parte, los factores psíquicos desempeñan un papel muy importante en el acto sexual masculino y, de hecho, pueden iniciarlo. Así, determinados estímulos de carácter psíquico pueden aumentar considerablemente la capacidad de una persona para llevar a cabo el acto sexual. Simples pensamientos sexuales, sueños en los cuales se está efectuando el coito o manipulaciones eróticas, pueden hacer que se produzca el acto sexual masculino de la erección y que éste termine en eyaculación. De hecho, las emisiones nocturnas durante los sueños se producen en muchos varones en diversas etapas de su vida sexual, especialmente entre los 10 y 20 años.
   No obstante, la erección y el orgasmo también pueden ser posibles sin la intervención del cerebro, la presencia de una lesión medular por encima de la región lumbar no impide que se produzca la respuesta a los estímulos sexuales locales.
   El acto sexual masculino es el resultado de mecanismos reflejos integrados en la médula espinal en general y lumbar en particular, que pueden iniciarse por estimulación psíquica o por estimulación sexual táctil.

La erección, una respuesta a la estimulación sexual
   La erección es, generalmente, el primer efecto de la estimulación sexual masculina; el grado de erección es proporcional al grado de estimulación, tanto física como psíquica.
   La erección es producida por impulsos nerviosos que siguen por los nervios erectores, desde la porción sacra de la médula espinal al pene. Estos impulsos dilatan las arterias del pene, permitiendo que la sangre arterial circule a presión elevada hacia el tejido eréctil de éste. El tejido eréctil es simplemente un conjunto de pequeños conductos sanguíneos, muy enrollados sobre si mismos (sinusoides), con varias dilataciones en su recorrido; por esto se les llama venosos cavernosos. Normalmente estos conductos se hallan bastante vacíos, pero pueden dilatarse enormemente cuando la sangre arterial penetra en ellos a presión, pues la sangre queda ocluida allí de forma parcial. Este tejido eréctil se encuentra agrupado formando los denominados cuerpos eréctiles, que están recubiertos por una capa fibrosa y muy resistente. Gracias a esta capa, cuando la entrada de sangre aumenta la presión en las sinusoides de los cuerpos eréctiles, el pene se endurece y aumenta de tamaño.
   La erección del pene es fundamentalmente un proceso hemodinámico, regulado por el sistema nervioso simpático y parasimpático. En este proceso se da un aumento del flujo de sangre arterial en el pene, un agrandamiento de éste a causa de la sangre y un descenso del retorno venoso.
   Cuando está flácido, el pene está contraído y circula poca sangre por su sistema vascular, cuyos conductos se encuentran relativamente estrechos. El componente simpático del sistema nervioso autónomo regula esta función.
   La erección del pene, por el contrario, precisa una dilatación de sus conductos circulatorios y, a la vez, una relajación de la musculatura local para facilitar la entrada de la sangre a los cuerpos distensibles y aportarles la rigidez. Esta función depende del componente parasimpático del sistema nervioso autónomo. La activación del sistema parasimpático se puede producir, bien sea por el sistema nervioso central (estímulos psicógenos) o directamente por la estimulación táctil genital (estimulación por reflejo).


 

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