jueves, 14 de julio de 2016

Homeopatía, 4ª parte



LA ELECCIÓN DEL MEDICAMENTO

   El conocimiento de los efectos patogenéticos de las sustancias experimentadas y los síntomas característicos del enfermo constituyen la base de partida para encontrar el medicamento simillimum.

       ¿Cómo establecer el diagnóstico del medicamento más similar (simillímum)?
  
Los síntomas son variados y precisos, pero sería un error prescribir un medicamento de forma mecánica. Hay que proceder con método, comparar los síntomas del enfermo con los signos de algunos medicamentos.
    El médico debe diferenciar los síntomas aparentemente similares de dos o más medicamentos para efectuar la elección del medicamento que más se asemeja a los síntomas de la enfermedad objeto de tratamiento, o que la reproduce con mayor fidelidad (el llamado simillimum, el más similar).
   Una vez comprobado que la belladona es el medicamento más similar, podemos extraer que los síntomas de forma aislada tienen poco valor, ya que deben ir acompañados de las modalidades que los caracterizan.
   Los síntomas se tienen que seleccionar, valorar y disponer en orden jerárquico, según la importancia que el médico les atribuya al identificar la enfermedad. La totalidad de los síntomas irrenunciables ha sido definida como “el mínimo de los síntomas de valor máximo” (J. Weier). Este síndrome mínimo de valor máximo nos guiará hacia un número muy restringido de medicamentos similares, entre los cuales elegiremos el más similar, el simillimum. Para determinar el simillimum se consideran dos niveles de localización y valoración.
   El primero lo constituyen los signos patognomónicos (de páthos, enfermedad y nómos, signo indicador), indicadores de la enfermedad, que la precisan en lo que se refiere a características generales, pero poco dicen sobre el enfermo. Muestran el resultado anatomopatológico de la enfermedad, pero no dicen nada sobre el desequilibrio y el desorden interno del cual ha nacido la propia enfermedad.
   La elección del medicamento presupone una selección y una
jerarquización de los síntomas. “Cuando se busca un medicamento específico -escribe Hahnemann-, es decir, cuando se compara el conjunto de los síntomas de la enfermedad natural con las series de signos de los medicamentos de los que se dispone para encontrar entre ellos una potencia medicamentosa similar al mal que debe ser curado, se deben escoger signos y síntomas que impresionen al máximo, los más extraordinarios, específicos y particulares (característicos) del caso morboso”. (Organon). Hahnemann nunca estableció una jerarquía absoluta entre los síntomas, a pesar de haber concedido un valor privilegiado a los síntomas etiológicos. El método de Kent representa en sí mismo una corriente particular (kentismo) en la técnica de curar el semejante con el semejante.
   Kent colocó en primer plano los síntomas psíquicos y los generales, y concedió una mayor preponderancia a los primeros. La innovación de Kent consistió en haber querido interpretar y valorar los síntomas en su totalidad, más en sentido cualitativo que cuantitativo.
   Una buena jerarquización depende de la capacidad de relacionar los síntomas actuales del enfermo con los históricos o antiguos de su patobiografía.
   En el vértice jerárquico se sitúan los síntomas fuertes, los que tienen más impacto en el paciente. Siempre son pocos, pero de gran valor, y expresan el síndrome mínimo de valor máximo, capaz de indicar el simillimum, el medicamento único, solución ideal homeopática.
   La prescripción homeopática tiene aplicaciones diferentes en las enfermedades agudas y en las crónicas. En los casos de enfermedades agudas, la prescripción se efectúa en razón de los síntomas características de la enfermedad específica. La terapéutica homeopática es muy útil en las enfermedades infecciosas, sobre todo en las patologías de origen viral: amigdalitis, faringitis, otitis, laringotraqueitis o bronquitis.
   En las enfermedades crónicas, el método homeopático considera tanto la enfermedad como el “terreno” sobre el cual ésta evoluciona. Hahnemann definió las enfermedades crónicas como “la manera total de reaccionar en el tiempo y en el espacio, que incluye síntomas funcionales y/o lesionales característicos de un individuo o de su ascendencia». Del concepto Hahnemanniano de las enfermedades crónicas se desprende el concepto de “modo reaccional”: predisposición especial del paciente a desarrollar determinadas enfermedades.

              
“Medicamento constitucional” y “medicamento de fondo”
   El doctor Francisco Eizayaga, urólogo y homeópata argentino, ha contribuido a la diferenciación de los diversos síntomas y características de una persona a fin de encontrar la medicina correcta.
   Ha afirmado que un “medicamento constitucional” se prescribe principalmente según la dotación genética y las tendencias psicológicas profundas de una persona, y en el caso de un “medicamento de fondo” se prescribirá según los síntomas funcionales que representan la respuesta del organismo a las distintas presiones que experimenta. Eizayaga opina que los estados de fondo pueden cambiar y superponerse unos a otros, y distingue también el tratamiento de la patología orgánica de los estados constitucional o de fondo.
   En cuanto se ha seleccionado y administrado un medicamento constitucional o de fondo, aunque una persona puede curarse a partir de una sola dosis de este remedio constitucional o de fondo correcto, es mucho más frecuente que el medicamento inicie el proceso curativo, y se requerirá una serie de medicamentos para completarlo. A medida que el paciente sana suele surgir un nuevo cuadro de fondo que conlleva la necesidad de un nuevo medicamento. Algunos homeópatas creen que el medicamento constitucional que han seleccionado no cambia jamás, mientras que otros admiten que puede alterarse.
   Es importante ponerse en manos de auténticos profesionales de la homeopatía, entre otros motivos, porque los remedios a base de medicamentos constitucionales o de fondo pueden provocar en ocasiones una crisis de salud durante la cual determinados síntomas empeoren, y sólo un profesional sabrá enfrentarse a esa situación. Los homeópatas identifican modelos de síntomas con los medicamentos que los han curado. Así, por ejemplo, existen el “tipo phosphorus (fósforo)”, el tipo “sulphur (azufre)”, el tipo “arsenicum (arsénico)” y el tipo “natrum mur (sal)”.
   Cada una de estas categorías se refiere no sólo a un tipo de jaqueca, por ejemplo, sino también a los factores que mejoran o empeoran esa jaqueca, a otros síntomas físicos que puedan tener relación con ella, a síntomas y enfermedades pasadas y presentes, a anhelos y aversiones hacia la comida, a la sensibilidad a la temperatura y el clima, a los niveles de energía en diversos momentos del día, a las tendencias de sudoración, a las características de micción y defecación, a molestias menstruales, a estados emocionales y mentales.

TIPOLOGÍAS HOMEOPÁTICAS
   La biotipología es el estudio del biotipo o conjunto de signos característicos de un sujeto, de la morfología exterior (constitución) e interior (temperamento).
   Una gran contribución a la biopatología homeopática, que surge de la asociación de la biopatología y la homeopatía, es la que aporta el constitucionalismo de Nebel y de Vannier, figuras destacadas de la homeopatía francesa, que introdujeron en clínica homeopática tres constituciones morfológicas, distinguidas cada una de ellas por un mineral de base y por un cierto tipo de secreción glandular endocrina, con las que se relacionan el biotipo carbónico: esqueleto macizo y articulaciones compactas; su estática es rígida, la deambulación regular, pesada y rítmica, y los gestos sobrios, precisos y sistemáticos. Tiene gran sentido de la disciplina, y en cuanto a su comportamiento es metódico, frío y tenaz.
   El biotipo fosfórico: se desarrolla en altura, es esbelto, con el tórax estrecho, y sus extremidades son largas y delgadas. Se cansa con facilidad, y su comportamiento no es regular, a causa de su gran sensibilidad. Sus enfermedades radican en la desmineralización, en el gasto energético, y son frecuentes los problemas físicos originados por alteraciones psíquicas.
   El Biotipo fluórico: estatura inferior a la media, inestabilidad de carácter, desorden gestual. Su comportamiento es fluctuante, imprevisible, y siente la necesidad de cambios. La evolución de sus enfermedades tiende a lesionar los tejidos óseos, los elásticos y los glandulares. Una fuerte debilidad neuropsíquica puede producirle alteraciones anímicas.
   La clasificación en cuatro temperamentos humorales de Hipócrates y Galeno, reelaborada por R. Allendy en 1922 es la siguiente: temperamento linfático (atónito-plástico), sanguíneo (tónico-plástico), bilioso (tónico-aplástico) y nervioso (atónito-aplástico o cerebral).

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