sábado, 11 de julio de 2015

Bulimia ó Anorexia nerviosa ¿Delgadez ó Destrucción?: 4 y última parte


                                                           Dos casos reales
Mercedes L., 17 años.
  
Estudiante, hija de familia muy rica, nunca le ha faltado nada. Ha sido educada en los mejores colegios de la ciudad, acude a clases suplementarias de música y arte dramático. Quiere ser modelo o actriz, pero tiene las caderas anchas como su madre y sus hermanas. Ha adelgazado hasta límites extremos y ha llegado a pesar 35 kilos. La ingresaron en el hospital por una hemorragia causada por la ingestión de laxantes.
   Su madre es tremendamente dominante y la riñe constantemente por su actitud, aunque no quiere comprender que su hija tiene un problema que necesita de su participación, porque en realidad está demasiado ocupada con otras cosas.
Mercedes dice: Las emociones me controlan.., me obligan a esconderme en un lugar seguro. Mi mente está distante de lo que mi corazón siente. Las únicas palabras que conozco son las de destrucción, por eso prefiero permanecer callada. No puedo acercarme a ellos, si lo hiciera me enredaría en mí misma y me derrumbaría. Tal vez tenga un corazón de piedra pero realmente sólo es de tiza, y me produce un profundo miedo la posibilidad de convertirme fácilmente en polvo.
Rebeca L., 12 años.
  
Es hija única, su familia no es de clase alta, pero sus padres la han cuidado y ha recibido todos los mimos de su tía y tío, ambos solteros. Nunca le ha faltado nada. Si quería, comer lo hacía, pero si no, en la familia había una gran preocupación. El abuelo confesaba que se ponía a bailar y hacer el tonto mientras la niña comía para distraerla. A cambio de comer, le regalaban cualquier cosa, y Rebeca aprendió bien su oficio. En su habitación hay más de ochenta muñecas y muchos juguetes. La colección de disfraces de carnaval de los últimos diez años está en su armario, pero evidentemente no los utiliza. Hace un año que dejó de comer, los bailes del abuelo ya no le interesaban, y descubrió que si comía poco, al volver a comer recibía más regalos. De todos modos, ahora está extremadamente delgada y triste.
Rebeca asegura: El reflejo me observa desde atrás, no es el mismo que tu ves, mi culpa acelera el ansia de destruir mi constancia.

 

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