lunes, 24 de agosto de 2015

Colesterol: Soluciones naturales para controlarlo: 1ª Parte


Colesterol
Soluciones naturales para controlarlo
Los problemas derivados de los altos índices de Colesterol afectan de tal modo a nuestra
salud que merece una especial atención.
Te ofrezco las mejores soluciones para que te sea más fácil mantener el Colesterol a nivel, antes de que sea demasiado tarde.
Grupos de mayor riesgo cardiovascular

FUMADORES
  
El tabaco es responsable directo de más del 50% de muertes prevenibles, de las cuales más de la mitad se deben a problemas de origen cardiovascular. El fumador pasivo también sufre un mayor riesgo de enfermedad coronaria y de otros trastornos relacionados con el tabaco. El tabaquismo se asocia principalmente con fenómenos isquémicos agudos, probablemente porque su mecanismo de acción sea la trombosis sobreañadida y el vaso espasmo, y se sabe que favorece la formación de arteriosclerosis.

HIPERTENSOS
  
La hipertensión arterial es un importante factor de riesgo para la enfermedad coronaria, la insuficiencia cardiaca, la enfermedad cerebrovascular, e incluso, la insuficiencia renal. Cerca del 4000 de las personas hipertensas tienen una colesterolemia superior a 240 mg/dl.
   Así, el riesgo de enfermedad cardiovascular y de insuficiencia cardiaca se reduce de manera considerable con el tratamiento antihipertensivo.


DIABETICOS
  
Los dos tipos de Diabetes mellitus existentes conllevando un elevado riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
   Los lípidos o grasas son un grupo de compuestos biológicos cruciales para nuestro organismo, ya que constituyen la forma más concentrada de energía de la que disponemos para nuestras actividades diarias (proporcionan 9 kcal. por gramo, el doble que los hidratos de carbono). Cuando los depósitos de hidratos de carbono de nuestro cuerpo no nos suministran la energía necesaria, se inicia la destrucción de los depósitos de grasa, como ocurre cuando realizamos una larga actividad física y “quemamos” toda la que se ha acumulado en diferentes partes del cuerpo.
   La mayoría de lípidos que ingerimos, cuya digestión y posterior absorción se produce en el intestino delgado, son triglicéridos, y representan poco más de una tercera parte del aporte calórico total de nuestra dieta diaria.


Necesario para la salud
   El colesterol es un lípido que se origina en el hígado y se encuentra en todas las células de nuestro cuerpo. Este tipo de grasa es necesaria para formar las membranas de cada célula, los ácidos biliares de la vesícula, las hormonas sexuales y otras sustancias cruciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo.
   Por todos es conocido que el Colesterol se divide en diferentes tipologías según su naturaleza:
> El llamado ‘bueno” o HDL (High Density Level) son las lipoproteínas más pequeñas, encargadas de transportar el colesterol desde los tejidos al hígado.
> Las de baja intensidad o LDL
(Low Density Level) son mayores y se encargan de llevar el colesterol hasta los tejidos periféricos.
   El exceso de Colesterol de baja intensidad (popularmente llamado “malo’) es lo que se asocia a un trastorno, ya que se caracteriza por el depósito de sustancias grasas en la pared interna de los vasos, lo que provoca una disminución de su capacidad o luz, y la consecuente reducción del riego sanguíneo y rigidez en los vasos, factores de riesgo importantes para acabar padeciendo hipertensión arterial.
   La presencia de “colesterol malo” (LDL) favorece la formación de coágulos que pueden acabar taponando las arterias de órganos como el corazón
y el cerebro. Además, al disminuir la capacidad para transportar sangre a las células, se corre el peligro de originar arteriosclerosis, que a su vez, puede desprender acúmulos grasos y dar lugar a trastornos más graves, como trombosis.
   Actualmente, el nivel de
200 mg/dl de colesterol en sangre es el valor máximo aconsejado por los médicos para garantizar una buena salud cardiovascular.

Grasa y Salud

   Uno de los aspectos más conocidos en cuanto a la prevención del Colesterol es el seguimiento de una dieta equilibrada y pobre en grasas saturadas. Pero antes de incidir en la importancia de la alimentación, debemos conocer los diferentes tipos de grasa que ingerimos y su efecto concreto sobre nuestro cuerpo:
> Saturadas: Aumentan los niveles de Colesterol malo y de Colesterol total. Aunque la mayor parte son de origen animal, también son ricos en este tipo de grasa el aceite de coco y de palma, las pepitas de esta fruta, la manteca de cacao y los aceites hidrogenados.
> Monoinsaturadas: Se encuentran en el aceite de oliva y son las mejores aliadas de nuestro sistema cardiovascular, ya que aumentan los índices de Colesterol bueno (HDL), Se componen básicamente de un único ácido graso monoinsaturado: el ácido oleico.
> Poliinsaturadas: Son menos estables y propensas a contribuir a la oxidación dañina en las arterias que la grasa monoinsaturada, y además, pueden ayudar a reducir los niveles de Colesterol LDL o “malo”, disminuyendo el Colesterol total. Se encuentra en la mayoría de aceites vegetales y en los de pescado.
> Hidrogenadas: Este tipo de grasa se obtiene tras un proceso químico mediante el cual se endurece y se transforma en una sustancia más cremosa, manteniéndola fresca por más tiempo, aunque también más saturada. Se encuentra en la margarina y la manteca vegetal.
Fundamental para controlar el Colesterol

   La dieta es uno de los factores que más inciden en los índices de Colesterol. ¿Qué podemos hacer para disminuir y controlar los niveles de nuestro organismo? Básicamente, limitar el consumo de grasas saturadas en nuestra dieta diaria, reduciendo la ingesta de todos esos alimentos ricos en ellas y aumentando la proporción de cereales, frutas y verduras frescas en nuestra alimentación diaria.
   Se calcula que la dieta más adecuada para luchar contra este trastorno es pobre en grasas saturadas (inferior a un
10% del aporte calórico total), así como en Colesterol (menos de 300 mg/día). Si bien se puede aceptar un consumo ligeramente elevado de grasa total, ésta deberá ser insaturada, preferiblemente a partir del aporte de aceite de oliva. Se debe controlar también el número total de calorías que se ingieren para evitar el sobrepeso y limitar tanto la ingesta de alcohol como de sal, sobre todo si la presión arterial es elevada.
Los beneficios de la dieta mediterránea
   La más que conocida buena reputación de esta dieta se debe a la cantidad y la calidad del tipo de grasa que promueve este patrón alimenticio. Basada en el consumo de legumbres, patatas, cereales (pan, pasta y arroz), abundante fruta y verdura fresca, frutos secos, aceite de oliva... sus principales aportaciones nutricionales son la abundancia de vitaminas (sobre todo antioxidantes), sales minerales, fibra, hidratos de carbono complejos y una ingesta moderada de proteínas y grasas.
   Su beneficio se ha relacionado con una acción directa sobre las lipoproteínas plasmáticas, ya que su consumo aumenta el HDL y reduce el LDL. Además, el tipo de grasas presentes en esta dieta son las más saludables posibles, como la que contiene el aceite de oliva, algunos frutos secos o el pescado azul.

Un nuevo hallazgo
   Investigaciones recientes llevadas a cabo en La Habana han demostrado que la caña de azúcar contiene una sustancia con propiedades bipocolesterolemiantes.
   Se trata del policosanol, un principio activo presente en la cera de la caña. Su principal componente es el      1-octacosanol, además de otros siete alcoholes que forman una mezcla irreproducible.
   El policosanol se administra por va oral y rápidamente llega al hígado, órgano en el que se absorbe. Este efeccto explica su acción hipocolesterolemiante, ya que el hígado es el principal órgano de síntesis y regulación del metabolismo del Colesterol. Además, el policosanol también se distribuye por la aorta, el corazón el tejido adiposo, mientras que su eliminación se lleva a cabo a través de las heces.
   Los ensayos han demostrado que el policosanol posee la misma efectividad que los fármacos que habitualmente se administran para combatir el Colesterol (principalmente estatinas), pero con la ventaja de que no provoca los efectos secundarios habituales, como alteraciones en las transaminasas hepáticas.


 

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